Xavier Valls retratado por Leopoldo Pomés, 1985 ©Arxiu Leopoldo Pomés

Pintura en calma: por primera vez, Xavier Valls (Barcelona, 1923 – 2006) expone en Tenerife, en la Fundación Cristino de Vera. Valls, que desarrolló lo principal de su obra en la capital francesa, aunque siempre tuvo casa en su barrio natal de Horta, y Cristino de Vera, que asimismo ha seguido siempre con un pie en la isla en que vió la luz, se conocieron a través de Miguel Fernández- Braso, galerista madrileño que los ha expuesto a ambos.

Hijo de Magí Valls, escritor y periodista de la Lliga, en plena Guerra Civil el futuro pintor inició su formación en la Escola Massana. Trató entonces a pintores como Sunyer o Miquel Villà, escultores como Josep Granyer o Manolo, el ceramista Llorens Artigas, compositores como Frederic Mompou o Ricardo Viñes, o poetas como Marià Manent o Carles Riba. Entre sus compañeros de generación, fue afín a Maria Girona, Luis Marsans, Ràfols Casamada, Ramón Rogent, o Francesc Todó.

Gracias a una beca del Instituto Francés, en 1949 Valls llegó a París. Tras un tiempo en el Colegio de España, trasladó su residencia a Écouen, en la banlieue, y luego al barrio de Montparnasse, para finalmente encontrar un apartamento en el Quai de l’Hôtel de Ville, frente al Sena, a la isla de Saint-Louis y a Notre-Dame, apartamento donde residiría el resto de su vida, y desde cuyas ventanas pintó tres de los cuadros aquí presentes, Muelles de París y Barcazas en invierno, ambos de 1958, o Ventana de invierno sobre el Sena, de 2006

Valls frecuentó a la mayoría de los miembros de la escuela española de París, de Bores a Óscar Domínguez, pasando por Clavé o Grau Sala. Durante un tiempo trabajó como asistente de Luis Fernández, de cuya pintura esencial aprendió mucho. Su agenda incluyó además a grandes figuras como Balthus, Cioran, Giacometti, Vladimir Jankélévitch, Fernand Léger o Reverdy, así como a latinoamericanos como Alejo Carpentier o Julio Cortázar, o a poetas españoles como José Bergamín o Rafael Lasso de la Vega.

Dentro de su obra de madurez, hay que destacar sus luminosos interiores, y sus esenciales bodegones, en que expresa la música callada de las cosas. Sus faros al respecto fueron Zurbarán, Sánchez Cotán, Chardin, Luis Fernández, o Morandi. De los aquí presentes, nos impresiona especialmente Vanidad, de 1996, con su espejo, su cráneo, y su rosa... Cultivó además el paisaje, tanto el de su Cataluña natal o el de Francia, como el de Suiza (país natal de Luisa Galfetti, su mujer, protagonista, en 1973, de Luisa y la carta, que tiene algo de homenaje a Vermeer), Mallorca (aquí, un cementerio, hermano de los que pinta Cristino de Vera), o Italia, donde tuvo especial predilección por Venecia, como puede comprobarse ante los dos cuadros de soportales aquí presentes.

De su fidelidad a Barcelona, y dentro de ella a Horta, nos hablan aquí sus vistas de la propia casa (próxima a la paterna, y adquirida en 1964), de su puerta acristalada, y de su jardín, espacio recoleto en el que pasaba la mayor parte de los veranos. Lo dijo muy bien Lluís Permanyer: “Este jardín sentimental es también una obra de Xavier Valls”.

Juan Manuel Bonet
Comisario de la exposición

Organiza

Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias

Colabora

Dirección General de Cultura
y Patrimonio Cultural
Gobierno de Canarias
Red de Museos de Canarias

Lugar

C/ San Agustín, 18. C.P. 38201
San Cristóbal de La Laguna
Santa Cruz de Tenerife